mis padres fueron radicales, yo soy peronista, lo de progre vino por default. no entiendo lo de guardar secretos y siempre lloro en todas las sesiones con mi analista así siento que no desperdicio 700 pé. mi último gran descubrimiento es que soy una discapacitada vincular. lo específico nunca fue mi fuerte, amo odiarme y te juro que soy mejor con la cara en movimiento.

la unica diferencia entre la realidad y la ficción es que la ficción debe ser verosímil .- mark twain

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dijo de belén el caricaturista historiador bobrow: "el idiolecto de la autora de este blog asume todos los tópicos culturales más políticamente incorrectos de occidente sin por ello asumir su carga ideológica".

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viernes, 26 de octubre de 2012

el pulpo

parecer es algo que es muy propio de mi. tiene que ver con mi historia, como todo. nacida de una madre de roble, a mi me tocó, triste destino el mio, ser un flancito. vos, en el fondo, lo sabías, por eso me despertabas dandome golpecitos en la cola y cantando que si se mueve, flan flan, si se mueve, flan flan, es ravana el más rico flan. pero yo tenía que ser un roble, o al menos parecerlo. era un roble enflanado, pero bueno, un roble al fin. uno hace lo que puede con lo que tiene, viste como es esto. y justo a mi me tocaron los genes malos, los defectuosos. esos genes que me hacían llorar por cualquier cosa y que te ponían tan nerviosa. me apretabas el brazo fuerte y me preguntabas de que me servía llorar, que dejara de llorar, basta belén. yo era chica para saber lo que ahora se y nunca pude decirte: no sirve de nada, vieja, como las mejores cosas que tenemos en la vida.
tu presencia fue para mi, opresiva. me cuesta decirlo, pero ya ves, las maravillas de la terapia. siempre tuviste problemas para la auto crítica; te faltaba consciencia vieja. consciencia que yo tengo de a montones. ¿de qué sirve? preguntarías vos. siempre dije que eras como esa canción de silvio, te moriste como viviste. hasta el final fuiste vos. ni una lágrima, ni una expresión de miedo. ni siquiera te despediste de mi. durante meses esperé encontrar algo, que me hayas dejado una carta, algo así, diciendome que me querías, que estabas orgullosa, que sabías que yo iba a poder, no se, una pista que me ayudara a tener confianza de que iba a poder seguir. claro que no dejaste nada, no era tu estilo. las palabras se las lleva el viento, belén, lo único que importa es lo que se hace. que equivocada que estabas, vieja. las palabras quedan, están acá, atravesadas, y todavía se empujan a borbotones en un monólogo sordo que me repito a mi misma porque no te las dije cuando tenía que. estoy llena de palabras que no se van a ningún lado, que se agolpan para salirse ante quién quiera escucharme otra vez, una vez más, contarle de vos y de mi.
siempre fuiste demasiado vos, y eso te hizo olvidar que al lado tuyo estaba yo, que no era vos. hice todo para estar a la altura de las circunstancias, pero era consciente, siempre, de que no. de que yo era un flan, detrás del roble, y de que yo no podía llorar, porque si la que se moría no lloraba, ¿como iba a llorar yo?. ya no me agarrabas del brazo, pero yo misma me controlaba encerrandome en el baño, de cara al espejo tratando de frenar los lagrimales, murmurando frenéticamente  no llores belén, no llores, basta. siempre marcaste el rumbo, sin decir nada. y yo te seguía, medio a los trotes porque siempre tuve patas cortas y por más que corriera nunca estaba a la altura de tus zancadas, intentando parecer lo que vos querías que fuera, porque te quería. trataba de ser como vos querías, porque te quería. hace solo un par de meses me di cuenta de tu egoísmo. nunca pensaste en que yo no era vos, de que yo nunca pude ser un roble, de que en realidad nunca quise serlo. nunca quisiste hablar de tu muerte. ni de tu dolor. ni del mio. nunca quisiste compartirlo, y me dejaste con todo esto atragantado acá. nunca me dejaste decirte lo que te necesitaba, y lo ridiculo que me parecia siquiera continuar si vos no estabas acá para que me veas.  nunca me dejaste contarte que me moría de miedo de saber que me iba a quedar sola y de que yo sabia que yo no era como vos,  que todos estos años te habia estado engañando, que no iba a poder ser como vos, pero necesitaba que me quisieras igual.
fue tu culpa esta culpa enorme que me carcome adentro; fue tu culpa que yo sintiese durante años que no hice nada por ayudarte, porque en realidad nunca me lo permitiste. fue tu culpa que yo me quedara acá, de este lado, avergonzada de no poder ser como vos pensabas que era. es tu culpa que cada vez que lloro  me acuerde de vos apretándome el brazo y diciéndome que basta belén, basta.

fue tu culpa ser demasiado grande, vieja. y hacerme sentir tan chiquita.

9 comentarios:

  1. A esta altura sé muy bien que no se puede hacer psicoanálisis salvaje porque -aunque llegase a acertar en algo- no tiene importancia fuera del trabajo terapéutico.
    Así que no voy a decir nada sobre el carácter de tu vieja ni sobre el tuyo, guiándome por lo que decís de ambas.
    Sólo te quería contar algo que fui notando al pasar de los años. Y es que ese monólogo-diálogo no termina nunca, pero va cambiando (digamos, de década en década).
    Como yo me crié sin padre, mi madre fue la influencia decisiva en mi vida, mi formación...y mis fracasos. Así que fui pasando de la idealización infantil, a la decepción, a la culpabilización, a la indiferencia (no le hablé por años) a la comprensión. Y ahora, cuando a sus 88 años está más lúcida que nunca, encerrada en un cuerpo que no la obedece y aún así se empeña en vivir sola, tenemos las conversaciones más cordiales que nunca (es kirchnerista).
    En cambio, su hermana menor (que siempre fue la intelectual de las dos y mi tía favorita) pasó de una vida exitosa a perder su hijo varón (su hija vive en París) y pocos años después a su esposo. En esos años no pudo lograr hablar con éste de la pérdida del hijo ni del cáncer que lo estaba matando. Cuando ya no podía moverse ni comer y le hablabas, te contestaba (con un hilo de voz) con un chiste irónico.
    Entonces entendí que no era que no pudiera enfrentarse a las tragedias: era su forma gentil de ser discreto ante lo inevitable y evitar las escenas catárticas.
    Lo que pasó después con mi tía, no lo puedo entender: se encerró en un antikirchnerismo inflexible y ya no podemos hablar sin gritarnos. Tal vez sea ella la que no pudo aceptar los reveses de su suerte y proyecta así su amargura.
    ¿Conclusión? en las relaciones afectivas familiares uno nunca puede saber lo que realmente pasa por adentro del otro, así que más vale no hacer juicios terminantes. Uno sólo puede (creer) conocer los efectos que el otro ha tenido sobre uno. Y aún eso va cambiando con el tiempo una y otra vez.
    Así que mejor andá pensando que las opiniones que hoy tenés sobre tu madre son provisorias y que no existe una verdad sobre ella que puedas llegar a saber como respuesta definitiva. Un fuerte abrazo.

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  2. A no ser que seamos excepcionales, todos vivimos a la sombra de gigantes. Y sin embargo, muchos tenemos la chance de crecer y verlos a la misma altura, o más lejos; y es una poronga que no te haya tocado.

    Nada, abrazo grande.

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  3. Un gran abrazo.
    Nada mas pues las palabras sobran acá.

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  4. ufffff. Fuerte.

    Abrazo grande nena. Y está bien repartir culpas de vez en vez, pero también aprender a perdonar.

    BCG

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    Respuestas
    1. ah, si, perdonar. que cosa tan dificil.

      abrazo grande a ti bar.

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